+ Parábola de los talentos y Parábola de la mina

Notas del autor

La parábola de los talentos, que aparece en Mateo 25, y la parábola de la mina, que se encuentra en Lucas 19, son relatos casi idénticos en contenido. Sin embargo, presentan algunas diferencias en detalles específicos: la primera es el tamaño de la cantidad de dinero, y la segunda, la diferencia en la cantidad que se repartió a cada siervo.

Una mina equivale a cien dracmas, y un dracma es el salario diario de un trabajador. Por lo tanto, en la parábola de Lucas, el dinero que el amo confía a sus siervos corresponde aproximadamente a cien días de salario, y este monto se entrega por igual a todos los siervos antes de que el amo se ausente. (El dracma era una moneda griega, equivalente en valor al denario romano).

Los talentos se dividen en talentos de plata y talentos de oro. Un talento de plata equivalía a seis mil dracmas, es decir, el dinero que un trabajador ganaría trabajando seis mil días. Un talento de oro era quince veces más que un talento de plata, lo que significa que un talento de oro equivalía a noventa mil dracmas, una suma enorme. En la parábola de Mateo, el amo confía talentos de plata: cinco talentos equivalen a treinta mil dracmas, dos talentos a doce mil dracmas y un talento a seis mil dracmas, cantidades considerables. Por lo tanto, un talento no era una suma pequeña de dinero.

No se sabe con certeza si estas dos parábolas eran originalmente relatos diferentes o si son una misma parábola con variaciones surgidas al ser registradas por los evangelistas. Sin embargo, dado que están compuestas con detalles diferentes, es conveniente explicarlas por separado.

La parábola de la mina puede entenderse como una enseñanza sobre la diferencia entre quienes actúan y quienes no, partiendo de una oportunidad igual para todos. En cambio, la parábola de los talentos se enfoca en lo que cada persona logra con lo que se le ha dado según su capacidad.

En la parábola de los talentos, es peculiar que cada siervo obtiene ganancias proporcionales a lo que se le entregó: quien recibió cinco talentos ganó cinco más, y quien recibió dos talentos ganó dos más. Ambos reciben el mismo elogio del amo:

“¡Bien hecho, buen siervo y fiel! Has sido fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho. Entra a compartir la alegría de tu señor.”

No hay discriminación entre ellos porque ambos produjeron según su talento recibido.

Sin embargo, el que recibió un talento no hizo nada y defraudó las expectativas del amo. No le faltaba talento absoluto; tenía la capacidad para duplicar el talento recibido, y si lo hubiera hecho, habría recibido el mismo elogio que los otros siervos. Pero no lo hizo. El amo no esperaba más de lo que tenía, pero el siervo no comprendió el corazón del amo.

Si consideramos que este talento representa la misión que Dios nos confía, podemos reflexionar sobre ello. A menudo pensamos que solo las grandes misiones son valiosas, pero Jesús nunca dijo eso. 

“Lo que hicieron a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí me lo hicieron.”

Este también es motivo de elogio, pero a veces despreciamos las pequeñas misiones que podemos hacer ahora, esperando solo las grandes. Esto es desperdiciar la misión que Dios nos ha dado, como el siervo que recibió un talento.

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